lunes, 18 de noviembre de 2013

Plumas: ¿dónde paramos? (y IV)

Aquí estamos, ya tocaba llegar al final de esta serie de entradas sobre plumas y dinosaurios. Pero, antes de nada, espero que hayáis leído la primera, segunda y tercera entrega. Si no es así, ¿a qué esperáis?

Si hacéis un poco de memoria, recordaréis que os habíamos dejado al final de la entrega anterior con una pregunta: asumiendo que las plumas aparecen en la base de Dinosauria, ¿tenían plumas todos los dinosaurios?


Daspletosaurus torosus, un tiranosáurido, representado con plumaje (por Vladimir Nikolov).

La respuesta es muy probablemente SÍ. De hecho, nos viene al pelo una entrada publicada hace un par de meses en el blog DinoGoss, en la que se recopilaba información sobre escamas en aves, dinosaurios, cocodrilos y otros animales. ¿Y qué sacamos en claro? Que las escamas presentes en dinosaurios (al menos aquellas que han fosilizado), las conocidas como "escamas tuberculadas" o "retícula", poco tienen que ver con las escamas de escamosos o incluso cocodrilos. De hecho, se cree probable que estas escamas tuberculadas sean plumas modificadas, cuyo desarrollo se detiene en fases muy tempranas (podéis leer mucho más aquí).

Porque, si tenemos un amplio registro de plumas en dinosaurios, tampoco se puede menospreciar el registro de pieles escamosas dinosaurianas fosilizadas. Hay numerosos ejemplos de escamas fosilizadas en ceratopsios, estegosaurios, saurópodos, ornitópodos  y terópodos. A lo que hay que sumarle los numerosos ejemplos de osteodermos, que tampoco son pocos. Desde luego, tampoco faltaban los dinosaurios escamosos, por mucho que estas escamas sean plumas modificadas (los osteodermos son otra historia). Incluso en dinosaurios con plumas o protoplumas preservadas hay también registro de escamas (como en el caso de Psittacosaurus).

Pieles escamosas fosilizadas de varios dinosaurios: Carnotaurus (arriba a la izquierda), Saurolophus (arriba a la derecha), saurópodo (abajo a la izquierda) y Triceratops (abajo a la derecha).

Este pequeño rodeo hablando sobre escamas nos lleva de nuevo a la pregunta inicial. ¿Tenían plumas todos los dinosaurios? Sí, pero hay que matizar. Muchos dinosaurios no tendrían más plumas que pelos tiene un elefante, un armadillo o un hipopótamo. Por lo que sabemos del registro fósil, los grandes ornitópodos eran animales escamosos, así como los saurópodos, los tireóforos y los ceratosaurios: posiblemente pequeñas plumitas semejantes a pelos surgieran en algunas zonas de su cuerpo, pero no parece que fuera más allá. Los ceratopsios, aunque mayoritariamente escamosos, tendrían en el dorso o la cola una serie de filamentos o pseudo-púas.

A día de hoy, así es como se cree que lucía Triceratops. En los restos de pieles fosilizadas de este dinosaurio hay una serie de estructuras que parecen nódulos de inserción de filamentos o pseudo-púas, similares a las de su pariente Psittacosaurus. Imagen de Vlad Konstantinov.

A la vista de estas evidencias, cualquiera diría que igual de malo que quedarse corto es pasarse. Bueno, pues eso ya depende mucho de gustos e interpretaciones personales. Cualquier paleontólogo del mundo se llevaría las manos a la cabeza ante la imagen de un Velociraptor reptiliano, pero.. ¿y ante un estegosaurio emplumado? Aquí debajo tenéis tres imágenes de tres estegosáuridos de distintos artistas: Stegosaurus, Chungkingosaurus y Miragaia. En la primera ilustración el animal no tiene más que un mechón plumífero en la cola, pero el resto del cuerpo es escamoso; en la segunda, algunas protoplumas y pseudo-púas se distribuyen por el cuerpo. En la tercera, todo el dorso del animal está cubierto por filamentos de protoplumas sencillas, que, junto a los osteodermos, le hacen parecer un auténtico puercoespín. Son tres ejemplos de cómo interpretar los restos de unos animales que, por el momento, solo han preservado escamas, pero que están englobados en un gran grupo de animales con plumas (hay por ahí alguna ilustración más de un estegosaurio plenamente emplumado, pero no he sido capaz de encontrarla).

Stegosaurus de Mark Witton (izquierda), Chungkingosaurus de Joschua Knuppe (centro) y Miragaia de Chris Masna (derecha).

¿Más ejemplos? Pasemos a los ceratosaurios, concretamente a los abelisáuridos. Estos terópodos, de extrañas proporciones (cabezas grandes, brazos muy pequeños) se encuentran separados filogenéticamente de los demás terópodos, de los que tenemos un buen registro de plumas. Como hemos comentado anteriormente, hay un amplio registro de parches de escamas en estos animales (y Ceratosaurus, aunque no es un abelisaurio, además tiene osteodermos). Cualquiera lo diría echando un ojo a las dos ilustraciones de abajo, ¿verdad? Son reconstrucciones justificadas en la dificultad que tienen las plumas para preservarse y en el hecho de que, como ya hemos comentado previamente, es bastante probable que los primeros terópodos (y los primeros dinosaurios) estuvieran emplumados. Los osteodermos aparecen igualmente en el dibujo y los parches de piel escamosa están presentes, en efecto, como parches aislados. ¿Y quién puede afirmar con total seguridad que no era así?

Majungasaurus, de Melnik Vitaly (izquierda) y Carnotaurus, de Damir G. Martin (derecha).

Vamos con una última. Ya habéis visto arriba la reconstrucción de Triceratops; esa, por lo general, es la tendencia imperante a la hora de reconstruir ceratopsios: animales escamosos con protoplumas en el dorso (la cantidad y tamaño de las mismas depende de cada artista). Y sin embargo, el paleontólogo e ilustrador Mark Witton nos ofrece esta pareja de Pachyrhinosaurus con aspecto de buey almizclero. A temperaturas más frías, más pelo, tal y como ocurre con los elefantes actuales y los mamuts. O, en este caso, a temperaturas más frías, más plumas. Y es que parece que Pachyrhinosaurus tenía que soportar de vez en cuando frías temperaturas. Algo parecido ocurre con el tiranosauroideo Yutyrannus: debido al ambiente en el que vivía, no especialmente cálido, poseía un grueso plumaje que quizás no estuviera presente en ciertos tiranosáuridos (la reconstrucción de Daspletosaurus del comienzo de la entrada es, desde mi punto de vista, un ejemplo bastante acertado de la presencia de plumas y escamas en un mismo animal -existe también registro de escamas en tiranosaurios-).


Quizás os haya parecido que esta última entrega sobre plumas es más caótica que las anteriores, saltando de un lado a otro y sin seguir un hilo conductor claro. Mi intención no era más que aportar algunos datos más, y ofrecer algunas pinceladas sobre ciertos temas controvertidos a día de hoy. Parece que todos tenemos bastante claro del aspecto de los dinosaurios emplumados, pero en aquellos que preservan escamas la discusión sigue abierta, y cada uno tiene su propia opinión. Yo, por ejemplo, soy relativamente conservador, y me cuesta imaginarme a anquilosaurios, saurópodos y grandes hadrosaurios (entre otros) cubiertos de grandes plumajes. Otros, por supuesto, lo verán de otra manera. Así que si os interesa debatir sobre el tema, ¡este es el momento!

A modo de conclusión, no parece descabellado afirmar que las plumas aparecieron, como poco, en la base de Dinosauria y, mientras que algunos grupos las mantuvieron y las desarrollaron hasta alcanzar la enorme complejidad y diversidad de las plumas de las aves actuales, otros las perdieron casi en su totalidad durante su historia evolutiva. La aparición de nuevos fósiles y nuevas técnicas podrá arrojar cierta luz sobre algunos aspectos todavía oscuros, mientras que habrá ciertas cosas que desgraciadamente nunca podremos saber.

Desde luego, el descubrimiento de que muchos dinosaurios (sí, sí, dinosaurios no avianos, pongámonos estrictos) tenían plumas no hace sino aumentar el interés por estos animales y ayuda a enmarcarlos mucho mejor dentro de la historia evolutiva de la vida, consiguiendo que los veamos como animales más reales y cercanos, y no como extraños monstruos de fantasía.

Gracias a las plumas, la visión que tenemos de los dinosaurios sigue cambiando, y perpetúa en el tiempo el espíritu de la Dinosaur Renaissance

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