martes, 18 de febrero de 2014

Ponga un poco de paleoilustración en su vida

Imagina, oh, señor paleontólogo, que descubres un nuevo e interesante taxón fósil. O que te haces con nuevos especímenes de taxones ya conocidos, o llevas a cabo un estudio con innovadora tecnología que te permite hacerte una idea más clara del aspecto y comportamiento de estos organismos en vida. A la hora de publicarlo en una revista de impacto, hay una serie de imágenes obligatorias, claro. Por supuesto, las fotos del fósil no han de faltar, así como dibujos y esquemas del mismo, donde se aprecien y detallen los elementos diagnósticos del mismo. Aunque esto ya es menos habitual, una reconstrucción esquelética completa del animal es también un punto a favor. Y por último, aunque en mi opinión no menos importante, algo que debería ir incluido también sería una ilustración del bicho en vida, en su entorno.

¿Por qué? Porque una buena reconstrucción del dinosaurio, artrópodo o anfibio de turno puede servir para terminar de rematar tu labor de divulgación. Si el trabajo de reconstrucción es bueno, servirá para que la gente se haga rápidamente una idea de lo que tienen entre manos. Una sola imagen puede transmitir mejor lo que quieres expresar que lo que llevas describiendo durante párrafos y párrafos. Dentro de la comunidad científica, esa sesuda descripción se entenderá mejor o peor  (es de suponer que se entenderá bien), pero con una imagen llegas al público en general. Un solo dibujo, y verás a tu criatura prehistórica en blogs, periódicos y televisiones. Y lo cierto es que eso, a nosotros los paleontólogos, nos viene muy bien. Está claro que lo importante es la ciencia, el trabajo bien hecho, pero todo eso no es gratis. Y si quieres conseguir financiación, hay que saber manejar y explotar los recursos de que dispones. Eso es así. Una buena fotografía de la moto viene de perlas para venderla, por mucho que al futuro comprador le cuentes obra y milagros de ella. 

Un ejemplo. Este maravilloso fósil de aquí abajo (cuya foto está sacada de Wikipedia) pertenece a Sciurumimus albersdoerferi, del que ya hemos hablado alguna vez. Es el ejemplar de una cría de terópodo con un estado de preservación excepcional, ya que se aprecian incluso las impresiones de plumas/protoplumas en la cola.


Con un fósil así lo tienes prácticamente todo hecho. Y sin embargo, a mí me dio la sensación de que la divulgación de este animal podía haber llegado mucho más allá. Lo cierto es que el dibujo oficial que acompañaba la publicación, hecho por uno de los autores, no es quizás todo lo resultón que debería ser.


Bueno, sí que sirve para hacerse una idea, y nosotros obviamente no somos críticos. Pero en comparación con otras cosas que se hacen por ahí... Cabría esperar que para un fósil como este, bastante increíble, se presentara una imagen algo más llamativa. No puedo evitar pensar qué habría pasado si se hubiera presentado a Sciurumimus con una ilustración como esta de Emily Willoughby.


A la inversa también existen algunos ejemplos. A veces, todo lo que tienes son un pocos restos fragmentarios. Sin embargo, como lo acompañas de una brillante ilustración, tu publicación se divulga muchísimo mejor de lo esperado. Todo lo que se tiene por el momento de Sauroniops pachytholus, un carcarodontosáurido africano presentado en 2012, es un pequeño fragmento del cráneo. Pero con una fantástica ilustración bajo el brazo, y National Geographic mediante, este terópodo con "ojo de Sauron" tuvo cierto tirón mediático.

Ilustración de Sauroniops para National Geographic, por Emiliano Trocco. En primer plano se ven a un par de jóvenes espinosaurios (si echáis un ojo aquí podréis ver el escaso material que conforma el holotipo de este carcarodontosáurido).

Hay que tener cuidado con la repercusión de los medios, por cierto. A veces se consigue más atención de la deseada, y todo empieza a desvirtuarse mucho. Mirad a la derecha en el blog, a esa bestia ávida de sangre ligeramente inspirada en el heterodontosaurio Pegomastax africanus. El holotipo de Pegomastax son apenas cuatro huesos: un postorbital, un predentario y ambos dentarios. Sin embargo, Paul Sereno, el autor del artículo, supo venderlo muy bien (es bastante diestro en ese tipo de cosas, de hecho). Encargándole una ilustración al paleoartista Todd Marshall, la imagen que se nos vendió de este pequeño animalillo herbívoro captaba poderosamente la atención: con la boca abierta, enseñando los dientes, y con una hilera de púas cubriéndole el dorso. Todo esto a partir de unos pocos fragmentos de huesos. Es normal que la prensa dijera después todas las barbaridades que dijeron.

Pegomastax africanus (o creo que ahora es africana, no estoy seguro) de Todd Marshall. Desde luego, no se puede decir que pase desapercibida.

Ante todo, queremos dejar muy claro que no estamos criticando ninguno de estos artículos, ilustraciones ni científicos. Aquí, en Dinosaur Renaissance, estamos empezando en este mundillo, y no podemos sentir menos que admiración y respeto por consumados profesionales con años de experiencia a sus espaldas. Solo os hemos mostrado tres ejemplos que resaltan el poder divulgativo que puede tener una buena paleoilustración acompañando un artículo científico.

Así que ya lo sabes, oh, señor paleontólogo... pon un poco de paleoilustración en tu vida. 

viernes, 14 de febrero de 2014

Divulgando en Las Hoyas!

Este año nos tocó a los autores del blog divulgar fuera del ciberespacio en la campaña de excavación del yacimiento de Las Hoyas, donde intentamos transmitir algunas ideas acerca de cómo era Castilla-La Mancha hace 125 millones de años.

Esto se hizo en el marco de una jornada de puertas abiertas al yacimiento en el que se realizaron una serie de visitas guiadas a las cuadrículas donde se encontraron ejemplares emblemáticos del yacimiento, a los rastros de dinosaurios y a las cuadrículas donde se trabajaba este año, donde se explicó el funcionamiento de una excavación paleontológica.


TVE de Castilla-La Mancha nos filmó explicando a los visitantes, aunque solo me sacaron a mí (Dani) en el aire, explicando la importancia de los hallazgos de Pelecanimimus e Iberomesornis con algún comentario un poco desafortunado sobre "rayitas", jeje.

La verdad es que fue una experiencia interesante para ambos y nos dio por primera vez la oportunidad de acercar al público los conocimientos científicos más relevantes que se llevan obteniendo del yacimiento de Las Hoyas desde hace más de 25 años.

Os dejamos alguna foto y pantallazos de aquellos momentos y también los enlaces de los medios en los que apareció aquel año la campaña de Las Hoyas.


Pero que conste que Carlos también estuvo explicando a los visitantes el funcionamiento de la excavación y las huellas que existen en el yacimiento de Las Hoyas. También estuvo allí Canal Castilla-La Mancha, donde le entrevistaron, pero nos ha sido imposible localizar el metraje (avisadnos si lo encontráis!!!).

Enlaces:



viernes, 7 de febrero de 2014

Pokémon, Ontogenia y Filogenia

Recuerdo con nostalgia aquellos días de verano cuando tenía entre once y trece años que pasaba, si todo acontecía con normalidad, ignorando los deberes que tenía para aquellas vacaciones de asignaturas que tenía que recuperar en Septiembre y jugando a la Game Boy. Sí, aquella consola portátil con cartuchos como soporte para los juegos y que tantas horas de estudio nos robó a toda una generación. 

En aquella época estaba en un momento de álgida popularidad la saga Pokémon. Si no conocéis de qué va el asunto, se trataba de una especie de realidad alternativa japonesa donde existían unas criaturas llamadas "pokemon" que podían capturarse, entrenarse y usarse en competición (los biólogos diríamos que eran domesticables). El amo del cotarro científico del mundo de los pokémon era el Profesor Oak, una suerte de taxónomo de los pokémon cuyo objetivo era conocer toda la diversidad de pokémon. No obstante, debido a su elevada edad, encargaba a un joven entrenador (el jugador) la tarea de colectarlos todos para su estudio (claramente, Oak era lo que se conoce como un "biólogo de bata", más que de "bota").

No obstante, la tarea era ardua, pues los pokémon no solo se encontraban tal cual en la naturaleza, sino que a lo largo del tiempo y el entrenamiento se producían cambios en sus formas y tamaño de manera muy asombrosa en muchos de ellos. A esto se le llamaba la "evolución" de los pokémon.


La "evolución" (ontogenia) de los tres pokémon iniciales clásicos. En un caso es una ontogenia relativamente normal (Bulbasaur), en otro propone el origen de estructuras tardío, factible (Squirtle) y en otro el origen de apéndices nuevos, algo imposible tanto a nivel evolutivo como ontogenético (Charmander).

Antes de que mis colegas se me echen encima por defender lo correcto del término aplicado al caso, hay que recordar el origen del término "evolución". Este término tiene su origen en la embriología, no en la biología evolutiva y significa, tal cual, "cambio con el tiempo". Los embriólogos siguen empleando correctamente este término durante el desarrollo, pues los organismos sufren transformaciones a lo largo de su ontogenia (por si no conocéis tamaño palabro, ontogenia significa "origen y desarrollo de un organismo", desde el momento de su concepción hasta su muerte). Del mismo modo que los organismos cambian a lo largo de su vida, las secuencias de antecesores y descendientes terminan por ser distintas a lo largo del tiempo y, por tanto, también evolucionan sensu estricto. 

El resto de biólogos no hablamos de "evolución" de un mismo individuo, sino de "cambios ontogenéticos" o "cambios durante la ontogenia". Por ello, estrictamente hablando, los pokémon no "evolucionan", simplemente siguen su secuencia de desarrollo, que en algunos casos entra dentro de lo biológicamente coherente y en otros presenta cambios morfológicos imposibles, como el desarrollo de nuevos planes corporales en animales vertebrados (como sería por ejemplo el cambio que sufre Charmeleon, un tetrápodo (4 miembros) a Charizard, un hexápodo (6 miembros, 4 patas y 2 alas)). 

La secuencia ontogenética de una mariposa presenta una metamorfosis, en la que el organismo pasa de un plan corporal "vermiforme" (con forma de gusano) a un plan corporal de artrópodo insecto, con 3 tagmas bien diferenciados y 3 pares de patas.

Pero dentro del mundo de la biología y los cambios posibles, algunos organismos sufren  a lo largo de su ontogenia algunos cambios morfológicos tan impresionantes que muchas veces han sido clasificados por taxónomos como especies distintas. Y es algo que a mí nunca dejará de fascinarme: cómo un mismo genoma (ADN) es capaz de expresarse en dos organismos morfológicamente tan distintos.

Hay un ejemplo que siempre me ha divertido mucho: el caso de la mariposa y de la oruga. Hoy en día puede parecernos algo natural el pensar "antes de ser una mariposa, esta ha sido una oruga que, al formarse la crisálida se metamorfoseó en una mariposa": el animal comienza su existencia como un gusano y la termina como un insecto. Es algo que se conoce porque el animal está vivo y hemos podido observar todo su desarrollo, desde su nacimiento hasta su muerte. Ahora entremos en el escenario de lo hipotético: supongamos que, por algún casual, todos los insectos holometábolos (aquellos que sufren una metamorfosis como la de las mariposas) se hubieran extinguido y que solamente los pudiéramos conocer a través del registro fósil.

Tendríamos fósiles de huevos, fósiles de organismos vermiformes y fósiles de mariposas. Ahora bien, sabemos que una de las ventajas que tiene el ser holometábolo es que los individuos juveniles y los adultos viven en sitios distintos y explotan recursos diferentes. Esto se traduciría en que los fósiles de muchas formas juveniles y adultas se encontrarían asociadas a ambientes distintos y que, con casi total seguridad, serían originalmente clasificados como especies totalmente distintas y seguramente pertenecientes a grandes grupos biológicos diferentes.

Secuencia ontogenética propuesta para Pachycephalosaurus wynomingensis por Horner & Goodwin (2009). A la izquierda la forma adulta (Pachycephalosaurus), en el centro un subadulto (lo que se conocía como Stygimoloch) y a la derecha un juvenil (lo que se conocía como Dracorex). Bajo esta interpretación, todos estos organismos son la misma especie, en distintas etapas de su vida (adulto, joven e infante, para entendernos "grosso modo").

En el campo de la paleontología de dinosaurios, se ha debatido mucho acerca de si muchos organismos fósiles dentro de la misma formación o el mismo yacimiento representan formas adultas, y por tanto especies distintas, o se trata de una sucesión de juveniles y adultos.

Son bien conocidos los casos de Nanotyrannus y Tyrannosaurus (el primero sería un ejemplar juvenil del segundo), Triceratops y Torosaurus (el primero sería juvenil y el segundo el adulto) y el de Dracorex, Stygimoloch y Pachycephalosaurus (los dos primeros serían juveniles y el tercero un adulto, para más información la foto). 

En el caso de Pachycephalosaurus se trata de una transformación verdaderamente asombrosa, en la que los osteodermos cefálicos se reducen en número y disminuye su longitud (pasan de ser espinas a ser unos pequeños escudos). El crecimiento del gran domo cefálico (ese engrosamiento de la región postorbital) si que parece tener una secuencia de crecimiento más progresiva. De hecho, no se conoce ningún vertebrado vivo que hipertrofie su exoesqueleto (esqueleto dérmico) en su juventud y, al llegar a la adultez, lo atrofie.

Pero la realidad es que no sabemos a ciencia cierta si el que no ocurra en la actualidad significa que no sea posible. Por ello, debemos tomar la hipótesis de Horner y Goodwin como una hipótesis más y seguir acumulando evidencia para su contraste positivo o negativo. Solo así podremos saber si Dracorex "evoluciona" en Pachycephalosaurus como lo hace Charmander hasta Charizard (ontogenia) o si comparten un ancestro común próximo (filogenia).

lunes, 3 de febrero de 2014

Quincena tortuguera

Dejando un poco de lado los dinosaurios, hoy os traemos un par de ilustraciones quelónicas. En enero, en el intervalo de una quincena, se han presentado en sociedad dos nuevas tortugas del Mesozoico ibérico. Y para dichas presentaciones, servidor hizo los correspondientes dibujitos.

La primera de ellas es Hylaeochelys kappa, una nueva especie de tortuga criptodira (el grupo al que pertenecen la mayoría de las tortugas actuales) del Jurásico Superior portugués que fue presentada en el Museo de Torres Vedras. H. kappa, de agua dulce y costumbres nadadoras, que debe su nombre a una criatura mítica japonesa conocida como "kappa" (que, a su vez, debe el suyo a los monjes portugueses ataviados con CAPAS que visitaban Japón en el siglo XVI), tenía un caparazón de medio metro de longitud, de forma redonda y bastante bajo. Se conocía ya otra especie del género Hylaeochelys, del Cretácico Inferior británico, por lo que el descubrimiento de H. kappa retrasa la aparición de este género hasta el Jurásico, y puede indicar que los reptiles europeos de agua dulce aguantaron mejor que los marinos el cambio faunístico que tuvo lugar en la transición Jurásico-Cretácico. Podéis leer más información al respecto en El Cuaderno de Godzillin


Reconstrucción del aspecto en vida que pudo tener Hylaeochelys kappa. Se pueden apreciar sus costumbres nadadoras y su característico espaldar, y también se insinúa a través del reflejo del saurópodo el entorno jurásico en que vivió. 

Dos semanas exactas después se presentó en Morella (Castellón) Eodortoka morellana, nuevos género y especie. Eodortoka es también una tortuga de agua dulce, aunque es más pequeña que Hylaeochelys (unos 20 cm de longitud) y data del Cretácico Inferior (unos 125 millones de años). Además, Eodortoka no es una criptodira (como hemos comentado, el grupo al que pertenecen la mayoría de las tortugas actuales: tortugas terrestres, marinas, de caparazón blando y galápagos), sino una pleurodira, un grupo restringido en la actualidad a climas cálidos, y cuya característica más notoria es el giro lateral de la cabeza, en vez de hacia el interior del caparazón (valga de ejemplo esta imagen). Por último, E. morellana presenta una decoración estriada muy característica en los escudos vertebrales del espaldar. De nuevo, más información en Godzillin.

Dos ejemplares de Eodortoka morellana toman el sol por la mañana, mientras un grupo de Iguanodon (cuyos restos también se han encontrado en Morella) caminan entre la neblina. Se puede observar la decoración de los escudos vertebrales del espaldar. 

Puesto que para la segunda ilustración tuve bastante más tiempo que la primera (dos semanas para Eodortoka, dos días para Hylaeochelys XD), estoy obviamente más contento con el resultado, pero creo que ambas cumplen su cometido. Espero que os gusten!

Referencias:

Pérez-García, A., & Ortega, F. A new species of the turtle Hylaeochelys (Eucryptodira) outside its known geographic and stratigraphic ranges of distribution. Comptes Rendus Palevol. 

Pérez-García, A.; Gasulla, J.M.; Ortega, F. 2014. Eodortoka morellana gen. et sp. nov., the first pan-pleurodiran turtle (Dortokidae) defined in the Early Cretaceous of Europe. Cretaceous Research.